Vestido de Capitán de Barco, el Pequeño jugaba en el
estanque con un barquito rojo y azul. Con suavidad, los deslizaba sobre la
superficie del agua, sorteando las algas que se arremolinaban contra la orilla.
- ¡¡Quiero ese!! - Con sus ojos velados por una
densa neblina, contempló cómo el muchachito disfrutaba de la mañana de domingo.
Feliz, como si nada de Este Mundo pudiese lastimarle. - ¡¡Ese!! ¡¡Ese!!
- ¿Estás segura? - La pregunta llegó desde atrás,
con un soplido gélido que le hubiese erizado el vello de la nuca, si hubiera
sido de carne y hueso. - ¿Del todo?
En silencio, la Joven asintió ilusionada y emocionada,
mostrando un rubor antinatural en sus delicadas mejillas.
- Está bien… Sí… ¡Muy buena elección, Jovencita!
Tan solo es un niño… ¡¡Tiene toda la vida por delante!! - El MataSanos sonrió
con complicidad. - ¡¡Cerremos el trato!!
De su maletín de Doctor, el Hombre sacó un pergamino
amarillento. Era un contrato irrompible: A cambio de su Alma, aquella Espectro
tendría una nueva oportunidad, poseyendo el cuerpo del Pequeño. Con su próxima
Muerte, el trato finalizaría y su Alma sería propiedad de Lucifer.
Tal y como había leído una vez, “Casi todos los Médicos
tienen sus Enfermedades Favoritas…”, Doctor MataSanos, Hombre de Confianza del
Ángel Caído, continuaba ejerciendo su Profesión con aquel Lema grabado en su
Mente.
Al fin y al cabo, su Enfermedad Favorita era la Vida, la
única que se podía curar con la Muerte.
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