Pi |
Un ojito de felino se movió curioso hacia la izquierda,
atento al extraño zapato de tacón que una Dama no dejaba de agitar en el aire,
bajo la gran cúpula construida por un miriñaque que daba forma a su vestido de
gala. Soltó un “Pruuuuur” que rebotó contra la delicada tela, tratando de
escapar del peligroso armazón rígido, mientras daba pequeños saltitos de rana,
emitiendo un suave “Pit-Pit”, que recordaba a un intermitente borracho. El
Pequeño agitó sus largos bracitos de alambre, como si quisiera agarrarse a las
ballenas del incómodo armatoste y trepar hasta encontrar un hueco por el que
salir al exterior. Se había perdido entre la multitud de piernas, persiguiendo
una pelusa traviesa y, en aquel instante, quería volver a la alcoba de su
Dueña.
El recibidor del Palacete sudaba perversión por cada poro de
la inmaculada pared, sin apenas decoración, el único lujo impúdico que se podía
apreciar, era la gran lámpara de araña acristalada que colgaba del techo,
lágrimas negras que descendían cómo gotas de rocío teñidas de sombras. La Raíz
del Mal de la más cruel de las corrupciones se hallaba en la Nobleza y la
Burguesía más influyente de la Ciudad que, al compás de la melodía clásica que
tocaba la orquesta desde una de las extremidades de la escalera dividida en
dos, hacía tintinear sus copas con elegancia. Las risas se prologaban durante
minutos, acompañadas por el más afrodisiaco de los champanes, un líquido
rosáceo que burbujeaba lascivo en sus exquisitos paladares. Al mismo tiempo que
las carcajadas se extendían por los pasillos de la depravación inmoral que se
respiraba en aquel fabuloso hogar, los flirteos poco inocentes y los juegos de
manos hacían las delicias de las más ancianas, al sentirse el centro de
atención de los más jóvenes que, buscaban con o sin mucho éxito, una benefactora
que pudiera costear sus lujosos gustos.
- La Subasta va a comenzar… - La voz regia del
Mayordomo se abrió paso entre los Miembros de aquel Selecto Club. Miembros que
respondieron a la llamada con una Sonrisa Macabra, ávidos de las Excentricidades
por las que estaban dispuestos a pagar grandes sumas de dinero. – Madame Moreau
les espera en el Salón.
El “Pit-Pit” se intensificó de manera alarmante, volviéndose
más acelerado, a medida que la desesperación se adueñaba del Robotito.
Arrastrado por el vuelo de la maravillosa falda añil, el Pequeño emitió un “Pruuuuuuuuur”
asustado, cuando la Dama, al girar por un recodo de la galería acristalada que
llevaba al Salón, se vio disparado contra una pata metálica. Mareado, movió su
bigotito alargado, tratando de recuperar el equilibrio. Sin embargo, al alzar
su iris gatuno, se encontró con una mole de grasa que lo avistaba desde arriba.
Como una gran masa gelatinosa, la barriga del Duque de Beaufort se agitó
peligrosamente, a punto de derrumbarse sobre su cabecita redondeada. Aterrorizado
ante la posible avalancha de carne, el Robotito se sintió nuevamente encerrado,
entre las otras tres piernas mecánicas, que, siguiendo el ritmo de los
engranajes de las rodillas, parecían querer atraparle y despedazarle sin el
beneplácito del Noble.
Duque de Beaufort |
La imagen se desvaneció con lentitud cuando Pi cerró su
párpado cobrizo, cientos de rostros que se fueron difuminando, ansiosos y
sádicos, sin remordimientos. Adictos a las Emociones Fuertes, al Placer
otorgado por el Poder y a la seguridad absoluta de que, a pesar de quebrantar
todas las Leyes, eran intocables. Muy suavemente, las expresiones fueron
mutando, poco a poco, hasta transformarse en un Reflejo inocente, de delicados
rasgos y un cutis perfecto. Sin arrugas que confesasen la verdadera edad de la
Mujer que contemplaba cómo, a sus sesenta años, el Espejo aún se creía sus
Mentiras.
En una tenue caricia, el cristal emitió un quejido metálico,
al sentir la frialdad de una piel que no experimentaba nada, salvo la corriente
eléctrica que recorría sus venas de cables e impulsos cerebrales. El índice se
estiró con normalidad, rozando el pómulo que se dibujaba sobre la superficie,
dedicándole mimos, atenciones que, sobre su propia mejilla, producirían la
misma sensación que sobre el espejo: Un Invierno Perpetuo al que fingía estar
acostumbrada.
Su brazo biónico, recubierto de una capa protectora gris
brillante, mostraba sin pudor los motivos por los que había perdido el de carne
y hueso. Brutalmente mutilados, sus músculos y tendones habían sido el alimento
de una granada hambrienta que, durante la Última Guerra, había querido
destripar al resto de sus compañeros de trinchera. Una heroicidad que usó
inteligentemente en su beneficio, acostumbrada a no derramar lágrimas
innecesarias y a ser demasiado práctica desde que era renacuaja, había sabido
convertir su Defecto en una Virtud. Y su Virtud en todo un Negocio.
La gran puerta de madera lacada en blanco, emitió un ligero
crujido, un leve chirrido muy suave, prácticamente inaudible. El pequeño
resquicio que la separaba de su marco, se amplió muy débilmente, seguido de un “Pit-Pit”
protestón que obligó a Madame Moreau a girarse armoniosamente.
- ¡Pi! ¡Estás hecho un gamberrete! – Una carcajada
divertida, acompañó cada uno de sus movimientos, mientras se agachaba y posaba
la mano sobre la alfombra, permitiendo que el Pequeño se acomodase sobre su
palma. Ligera, como un Ángel celestial, se levantó y acarició con mimo la cabecita
de su mascota, con un encanto propio de Hada de Cuento. - ¿Cuántas veces te he
dicho que no puedes salir de excursión cuando tenemos invitados? Esta Noche va
a ser muy especial, ¿lo sabías?
"Si el Semblante de la Virtud pudiera verse... Enamoraría a todos." Madame Moreau |
Un mundo en el que la mecánica orgánica es el latido, la respiración y la palabra. Una escenografía increíble, esta vez vista desde el ojo gatuno de un robotito muy curioso.
ResponderEliminarFascinante, Campanilla. Con ganad de saber más sobre la trama y sumergirme de nuevo en este surrealista e imaginario mundo Feroz.
¡Abrazo grande, Apañera! ;)
¡Qué mundo nos dejas! Y encima con el suspense de que pasará esa noche. Me encanta Pi, es un gamberrete. Quiero uno. Ya me dirás donde puedo adoptarlo. Un besillo guapa. Esperando el próximo capítulo.
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