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Memoria Fotográfica (Capítulo 1-3)

Madrid. Septiembre del 2013.

Los aullidos guturales se fueron extinguiendo con suavidad, lentamente, arrastrados por un rumor lejano, con sabor a Apocalipsis ficticio, edulcorado con aquellos pasos desequilibrados que asemejaban a una borrachera. Los últimos Caminantes de la Marcha Zombie corrían despacio, como tortugas putrefactas que no querían como compañía la Soledad Humana, sino más bien ser una marea de Mosqueteros No Muertos, unidos por un lema silencioso que no necesitaba palabras, pero que parecía hondear una bandera invisible, tatuada con el famoso lema de “Todos para uno y uno para todos…” del gran Alexandre Dumas.

Vecinos, curiosos y espectadores parecían hastiados, cansado ya de ver cómo una panda de descerebrados, frikis y adictos al Rol paseaban sus personajes inventados por el asfalto y las aceras, como si no hubiera un Mañana, como si sus enemigos fuesen las personas, y ellos una especie de Redentores de la Humanidad regalándoles un aviso, una amenaza sacada de un cómic, la posibilidad de que el Mundo conocido fuese destruido y todas las virtudes y las miserias de la Sociedad salieran a la Luz, sin ninguna posibilidad de ser escondidas entre mentiras y secretos. 

La culpabilidad, la confusión y un Corazón demasiado humano para vivir dentro del pecho de un Vampiro, guiaron a las New Rock de estilo vintage de Luzbel hacia la avenida, dejando tras de sí el callejón y, entre sus muros de ladrillos carcomidos, el recuerdo de un beso que nunca debió nacer.

Culpabilidad. Corazón. Dudas. Miedos. Sentimientos. Emociones.

Todo ello elevado al máximo exponente.

Humanidad.

"Debemos sobrevivir a la Gehena y establecer los principios
del nuevo Orden Mundial
una vez que se supere el horror.
Si queremos tener éxito, debemos controlar a los demás Clanes.
No puede perderse más Tiempo. Si no podemos convencerles
para que nos ayuden, habrá que obligarles."
Cita Trémere 
Humanidad. Humanidad en un Vampiro. Humanidad en una Trémere. Era un defecto. Uno muy grande. Demasiado. Una especie de desperfecto, de imperfección que la obligaba a ser vulnerable, que la hacía sentirse como una especie de sádica aprisionada entre un grupo de Santos sin pecados. Un error del Abrazo, una anomalía en su carácter, en su condición de No-Muerto. Un resquicio de su Alma que no había abandonado su cuerpo, que se había quedado anclada para toda la Eternidad en su interior. Un Vampiro con un pedacito del Ser Humano que había sido, del que no sabía nada. Otro error más del Abrazo: La Amnesia. La Amnesia que emborronaba su Pasado. Un Pasado que no tenía Nada, salvo la vaga imagen de Xerenia dándole la No-Vida, mientras agonizaba en un camastro lleno de pulgas, aire viciado por la humedad y el moho y la voz urgente y preocupada de su Sire, pronunciando un nombre sin letras, del que no podía formar su palabra.

-  Merde! -  Los pensamientos de Luzbel se diluyeron entre las neuronas más activas de su cerebro, fundiéndose sin previo aviso, volviéndose ideas inconexas, cuando una horrible quemazón comenzó a dibujar intricados símbolos en un bermellón muy brillante sobre la palma de su mano izquierda. Líneas que se cruzaban unas con otras y que, sin vergüenza y acostumbradas a recorrer la fina y delicada piel de la Trémere, ascendieron por su brazo, como serpientes hambrientas y seductoras, dejando en su recorrido una caricia de fuego. – Merde! Merde!

Las víboras escarlatas continuaron su camino, rodeando el cuello, bordeando el hombro derecho, recubriendo de tatuajes cada centímetro de su cuerpo bajo la ropa. Ramificaciones que se unían, se besaban, se retorcían una y otra vez, como si estuvieran dotadas de vida y escribieran mensajes del Más Allá sobre un lienzo suave.

Era una enfermedad. Una enfermedad con nombre propio. Una enfermedad denominada Visión. Premoniciones sobre el Futuro, recuerdos sobre el Pasado. Nunca estaba segura, solo sabía que pasaban, que el Tiempo se detenía, o que, por el contrario, avanzaba desesperado, haciendo de los minutos horas interminables y de las horas días caóticos. Llegaban y se iban sin permiso, sin importar el Lugar, el Cómo o el Cuándo. La Realidad se distorsionaba y Luzbel dejaba de ver, de ver el Mundo tal y cómo los apreciaban sus iris castaños, para no ser más que un reflejo, un resquicio de un “algo”, de alguien…

-  M-e-e-r-d…

La lengua se enredó y las letras se durmieron en las cuerdas vocales, atraídas por una Oscuridad asfixiante, silenciosa, impenetrable. Los párpados de la Trémere cayeron con rapidez y, como una niña miedosa, los apretó con fuerza, con mucha fuerza, esperando que, por un golpe de suerte, al abrirlos, un Zombie rezagado le diese un empujón. Sin embargo… Cuando las pestañas se alzaron con timidez, haciendo un barrido delicado, las pupilas de Luzbel se contrajeron de golpe, asustadas, cuando un Sol radiante iluminó su rostro sin dañarla.

Sin ninguna orden dada, las piernas de la Vampiro comenzaron a moverse con paso inseguro y muy lento. Caminaban despacio, entre las losas de mármol agrietado de un corredor antiguo, abierto al día, con muros gruesos, infranqueables, mágicos, cargados de infinidad de grabados de otra época, de otro Tiempo. Curiosos, o quizás no, ni siquiera lo sabía, los dedos de Luzbel se extendieron y sus puntas rozaron el relieve de las piedras en una caricia mimosa. Y, en respuesta a las carantoñas, la pared susurró con su voz mineral contra la piel de su recién adquirida amante, regalándole un relato bélico, sangriento y de una crueldad que no parecía tener fin.

Los chillidos, las pisadas de sangre sobre el pavimento, los fantasmas disfrazados de soldados corrían y corrían, una y otra vez, alzando sus espadas, entrechocando los escudos contra un enemigo enfurecido, sediento de Sangre… Con la Parca de su lado, no había piedad. No existía piedad. Pero… 

- Ne pas! – El “No” rugió en la garganta de Luzbel, un “No” asustado, un “No” de incomprensión, al descubrir que, los defensores del corredor no tenían armaduras, solo largas túnicas de monjes, de druidas, de magos… No lo sabía, lo único que entendía era que no eran guerreros entrenados para el Arte de la Muerte. – Ne pas! Se il vous plait!

Unos iris azul hielo se detuvieron, abandonando su danza sangrienta, perdiéndose en el interior de las pupilas de la Trémere, atraído por el “¡Por favor” suplicante. Una sonrisa fría, congelada y hermética, se dibujó en el rostro hermoso del Guerrero; Una sonrisa que sabía a Mal, a Miedo, que no parecía ni quería tener remordimientos, cuya conciencia no contaba con un Pepito Grillo capaz de dar consejos.

Y el Guerrero avanzó entre los gritos de horror. Y Luzbel dio un paso atrás. Y otro. Y otro más. La Vampiro quería atacar, podía atacar. Era fuerte. Era un Trémere y dominaba la Taumaturgia a la perfección, sin embargo… Sus piernas seguían sin admitir órdenes, como, al parecer, le sucedía al resto de sus músculos, que, anulados, estaban rígidos. 


-  Je… Yo… - Su espalda se estampó contra una pila bautismal de obsidiana reluciente, en cuya superficie luminosa, cientos de lenguas violáceas bailaban al compás del fuego lila que ardía en su interior. Protectora, una Diosa de extraordinaria belleza la sujetaba entre sus perfectas manos angelicales, permitiendo que los haces de luz púrpura formasen tatuajes entre sus dedos. Pero la Deidad no era el Bien, algo de Mal había en sus formas, en las alas de mármol negro que se extendían hacia la Vampiro, como si, en un gesto maternal, tratase de abrazarla. – Je… Je…

Dolor. Una sacudida de dolor cruzó fugazmente ante las pupilas del Guerrero que, aún sonriente, extraía sin dificultad alguna su arma del abdomen de Luzbel, triunfal, regodeándose en silencio por su épica gesta, que de épica solo tenía la escena desgarradora que seguía sucediendo tras él, como en una película a cámara lenta.

"Estamos unidos por la Sangre...
Y la Sangre es Memoria sin Lenguaje..."
La sangre acudió a la llamada del acero, rauda, veloz como un torrente ante el deshielo de la Primavera, rápida en toda su esencia no esperó para empapar el corsé de la Trémere, envidiosa, formando nuevos dibujos sobre la tela, tratando de competir con las líneas de fuego que se extendían por su piel. Derrotada, la Vampiro se arrodilló, sin querer hacerlo, obligada por unos mandatos que no eran propios y que, sin embargo, no podía desobedecer. Trató de levantarse, de correr, de usar la Dominación… Pero la Oscuridad volvió. Densa. Muy densa.

-  ¡Chiquilla! ¡Maldita sea! – El rumor llegó desde lejos, amortiguado por las Sombras, aunque, en verdad, la voz pastosa estaba pegada a su oído, mietras unos brazos la sujetaban con firmeza. – Si sigues gritando y retorciéndote así, vamos a tener a toda la pasma sobre nosotros en unos minutos… No te preocupes… Tío Blas cuidará de ti… El Sol va a salir y esa herida que tienes es muy fea… Y no queremos que entres en Frenesí, ¿verdad? En fin… Estoy convencido de que a Sartres le vas a gustar.


"Apenas te conozco y ya me digo:
 ¿Nunca sabrá que su persona exalta todo lo que hay en mí de Sangre y Fuego?"



Si quieres saber cómo continúa... Memoria Fotográfica Capítulo 1 (Parte 4)

Nota para Curiosos: Los Clanes Vampirícos de este relato están extraídos del Juego de Rol "Vampiro: La Mascarada". Para más información y para aquellos que quieran echarle un ojo (O los dos ^^) este es el link http://dreamers.com/elrincondelvampiro/clanes_disciplinas.html ;)

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