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La Dadora De Sangre (Segunda Parte)

- Cada gota de sangre que derrames será un recuerdo, una experiencia de Mihael que vivirás en carne propia, como si de él se tratase... – Asalhia asintió ante las últimas explicaciones de Anuk. – Aún estás a tiempo de arrepentirte, después, ya no habrá vuelta atrás…
-  Lo sé. – Fue su única respuesta.

Se tendió en el altar de mármol blanco que presidia el sótano de la casa de Anuk. Rodeada de velas, el aroma a cera se hacía insoportable. Cubrió su cuerpo con la sábana y dejo sus brazos fuera de ella, descansando, a ambos lados de su costado.
Estaba asustada. Y nerviosa.

-  Asalhia, mírame... – Anuk le sonrió de forma forzada, intentando tranquilizarla. – Mírame, por favor…

Aquellas palabras, salidas de la boca del brujo, parecían un mal presagio. Anuk no conocía la dulzura, mucho menos la amabilidad.

-  Asalhia… piensa en algo hermoso. Será lo mejor…

Ella no le respondió. Los minutos se habían detenido en su mente.
Seguía asustada, pero estaba preparada.
¿Algo hermoso?
Mihael….
Mihael era lo más maravilloso que había en su vida.
Cerró los ojos y pensó en aquella misma mañana: Había despertado a Mihael con besos, empezando por su frente y acabando en sus pies. Se había hartado de hacerle cosquillas hasta hacerle de rabiar y se había reído a carcajadas cuando él se las devolvió. Hicieron el amor. Él pensado que habría una próxima vez, ella sabiendo que aquella era la última. Cada beso, cada caricia, cada susurro, cada gemido… Los había grabado en su cabeza y a ellos se aferró.
Un dolor insoportable le recorrió el cuerpo.
Al abrir los ojos de nuevo, vio los cortes que Anuk había hecho en sus muñecas. Dos incisiones que habían rasgado sus venas, para que escupiesen su sangre gota a gota. Recuerdo a recuerdo.


Había sido un idiota.
Todo aquel tiempo, Asalhia le había estado enviando señales invisibles que él había ignorado. No había sido capaz de ver más allá y estaba seguro que pagaría, por aquel error, un precio muy elevado.
Soltó el libro y se colgó el amuleto del Fénix al cuello. Arrancó el abrigo del perchero de la entrada y echó a correr por las escaleras, bajándolas de cinco en cinco. Al llegar a la calle, se paró en seco. Miró a ambos lados. Izquierda o derecha.
Derecha.
La nieve tapizaba el suelo, complicando su avance por las calles de la ciudad. Si cruzaba el Parque de las Descalzas, llegaría a tiempo.
Solo conocía a un individuo sin escrúpulos que se ofreciese a llevar a cabo la Dadora, y estaba convencido de que Asalhia había recurrido a él, no solo por aquel motivo, sino por la antigua amistad que lo ligaba a Anuk.
Los pulmones estaban a punto de estallarle y apretó el paso. A lo lejos vislumbró la verja que cerraba el camino del parque. Un par de metros más y podría saltarla.

Una punzada de dolor le atravesó el pecho y se paró en seco.
¡¡No!!
Respiró y se dispuso a avanzar de nuevo.
Una quemazón le recorrió el cuerpo, como si el fuego carbonizase sus entrañas. Sus venas y arterias palpitaban, mientras sus ojos luchaban por escaparse de sus cuencas, pidiendo a gritos ser arrancados.
Aulló de angustia y pesadumbre.
No podía detenerse.
Una sensación de asfixia comenzó a adueñarse de él. El aire se escapaba con cada respiración y su garganta se contraía impidiendo al oxígeno penetrar en sus bronquios.
Aquello no era nuevo para él, ya lo había experimentado antes. Hacía quinientos años, cuando una noche de luna llena como aquella, fue convertido en Vampiro. Conocía aquella agonía que te robaba el Alma y te lanzaba a un mundo de Oscuridad Eterna.

Las campanadas de un viejo reloj de péndulo dieron las doce. Y siendo esa la señal acordada e impuesta por la Dadora, Mihael se desplomó sin fuerzas, luchando, aún, por mantener el control de su cuerpo.

Nada.
La Nada nubló la vista del Vampiro, sumergiéndolo en pesadillas y sueños de una vida que abandonaba.


Amanecer junto a ella era el mejor regalo que los Dioses, muertos en su olvido, le habían entregado.
Había dejado de creer en todo.
Y Asalhia le volvió a enseñar a tener fe en las personas, en las Hermanas, las Diosas a las que veneraba con devoción, en la Magia…. Volvió a descubrirle un Mundo de Luz y Color que él creía extinto. Sus palabras eran un bálsamo para las viejas heridas que nunca habían cicatrizado y que se encargaba de mantener lejos de ella, aún a sabiendas de que, ella no ignoraba que permanecían abiertas.
-  ¿Te cuento un secreto?
Aquellos juegos eran los favoritos de su esposa.
-  Umm… sí, por supuesto... - Le contestó Mihael.
Ella se puso muy seria y le miró directamente a los ojos:
-   Por ti, daría cada gota de mi sangre… Solo porque un día de tu vida pudieses ver de nuevo la Luz del Sol...
-   No te dejaría.
-    Mihael… lo digo en serio.
Él se lo seguía tomando a broma.
-   Nunca te lo permitiría…
-   No podrías detenerme. – Parecía tan tajante y convencida de lo que decía que, durante un segundo, Mihael la creyó.

-   Te deseo lo mejor, amigo.
Caliel y él se abrazaron
Hacía mucho que ambos vampiros se conocían y Mihael le tenía mucho cariño, a pesar de las mentirijillas que se dedicaba a lanzar de vez en cuando y que eran muy populares entre todos los asistentes a la celebración. Mentiras que hacían muy divertidas sus reuniones.
El órgano de la capilla comenzó a sonar y todos se pusieron en pie.
Mihael ocupó su lugar, cerca del altar de plata, esperando a Asalhia.
Cuando la vio, se le cortó la respiración: Sus rubios cabellos trenzados y aquel vestido de gasa y tul blanco, le conferían un aspecto angelical que contrastaba con el suyo asalvajado.
Estaba convencido de que muchos de los allí presenten, dudaban del Amor que ambos sentían, pero aquellos que habían vivido de cerca su Historia, sabían que sus sentimientos eran puros.
-  Heme aquí, ante vosotros y ante las Hermanas, para unir en matrimonio a estos dos jóvenes. – La voz de la Sacerdotisa del Cónclave resonó entre las paredes. – El Amor no debería conocer las desigualdades entre razas, entre religiones… y tampoco entre Vampiros y Brujas…
La ceremonia sería rápida e íntima. Solo para los más allegados.
Las palabras de la Sacerdotisa continuaron hasta llegar a la pregunta más importante de la vida de ambos.
-    Mihael, ¿tomas a Asalhia por esposa? ¿Le entregas tu Alma y Corazón?
Murmullos.
¿Cómo podía entregar un Vampiro aquello?
-  Sí.
-   Y tú, Asalhia… ¿Tomas a Mihael por esposo? ¿Serán tu Corazón y tu Alma suyos para siempre
-   Sí, eternamente…
-    Por el poder que me han concedido las Hermanas, yo os declaro marido y mujer.
Vítores. Gritos de alegría. Carcajadas.


Mihael se revolvió inquieto en el suelo.
En su inconsciencia, sentía que estaba fallando a Asalhia en todas las promesas que le había hecho.


-   ¿Por qué tienes que irte?
Vio las lágrimas en la cara inocente de su hijo y todo el valor que había logrado reunir, se desvaneció.
 Mihael, es necesario.
-   ¿Cuándo volverás?
Suspiros.
Mihael era solo un niño de ocho años, golpeado por la vida demasiadas veces en tan corto tiempo. Esencia pura que luchaba por comprender la Realidad que se dibujaba a su alrededor. Eso era, solo un niño.
-   Mi pequeño, no lo sé. – El Corazón de su madre se desagarraba ante su partida. Él no lo comprendía. Por su hijo, daría su vida, vendería su alma al mismo Diablo. – Te prometo que volveré y, entonces, nunca más nos separaremos...

- ¡¡Estás loco!!
-  ¿Por querer ser como tú?
-   Tú mismo te castigas a una Eternidad a oscuras.
-   ¡No me importa.!
Toda su existencia había sido sombría, ¿qué más le daba vagar eternamente por los senderos de lo tenebroso? Esa era su elección: ser un No-Muerto. Fuerte y poderoso, el mundo conocería su Venganza. Una Venganza contra un ser invisible que se había reencarnado en cada padre o madre que abandonaba a sus hijos, en cada maltratador, violador… Una venganza que lo convertiría en el redentor de los pecados mortales.
-  Mihael, seas bienvenido al Reino de la Oscuridad. 

“Mi alma se ha perdido para siempre en el Infierno. La abandoné para matar al hombre que llevaba dentro. Asesiné a Mihael. Toda mi Humanidad la perdí el día que elegí ser un Vampiro.”

- ¿No envidias a los mortales? – La pregunta de Berenice, le sorprendió.
-  ¿Debería?
-  Sí, Mihael… - Ella se arrebujó contra su pecho. – Míralos, simples mortales son, ciertos es, pero… Su capacidad de amar es tan grande que ni tu ni yo, viviendo para siempre, la comprenderemos… Nunca podremos amar como ellos.

“El Amor es un sentimiento que desterré. Sentirlo, será mi destrucción, mi perdición… Es un juego que solo se pueden permitir los hombres...”

“Contigo conocí la bondad. Rozo el cielo cuando estoy contigo, doy gracias al Destino por guardarte para mí. Siempre te amaré.”

“El miedo me abruma, cuando pienso que puedes marcharte, pues volvería a sumergirme en mis temores. Sé que soy solo un pobre soñador pensando en ti y en lo bueno que le queda por vivir a tu lado.”

Los recuerdos de Mihael se clavaban en su piel como puñales. Toda su vida pasaba antes sus ojos, sintiéndola como propia.
Rogaba al Cielo que aquello acabase.
 Su fin sería el principio de Mihael, su nueva Vida.
Atormentada por todas aquellas vivencias que su esposo había escondido para proteger su sensibilidad, supo que aguantaría todo el Dolor sin dudar. Pero la vida de Mihael había sido demasiado difícil.
Asalhia no pudo soportar tanto sufrimiento y se le rompió el Corazón.
La sangre que solo debía salir por los cortes de sus muñecas, comenzó a escaparse por las comisuras de sus labios, acelerando el proceso.
Agonizaba.
La Dama de la Muerte rondaba el altar ante la nueva inquilina de la morgue, frotándose las manos por su nueva victoria, natural o provocada, Asalhia, por fin, sería un miembro más de su lista de difuntos.
La última gota de sangre chocó contra el suelo, dejando la huella de la Dadora impresa, y su mirada se perdió en el vacío.


Nota: Segunda parte de Este relato... Y aún queda un poquitín más... La verdad es que me encantaría reescribirlo porque le veo mogollón de fallos... Pero... Bueno, de momento se queda asi, por los Viejos Tiempos...
Y este relato... ¡Uff! Este relato lo escribí en el 2010 y rebuscando en el Cajón de Escritos Destartalados (que no es más que mi Disco Duro Externo) lo he encontrado... Y me apetecía publicarlo... ;)

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